- 8 -

Sabetta, llegabas a mí, venías a visitarme; a veces en las tardes, casi siempre en las noches, en ocasiones íbamos de paseo, sobre todo en fin de semana, cuando el pesar apremia.

Es en las mañanas de los domingos cuando el silencio del refugio se convierte en vacío, empata con mi interior, me obliga a pensar, me quiere convencer para que haga planes, lo cual carece de total sentido y lo reconozco. Extraño la rutina y el ruido que provoca la existencia de los demás inquilinos de lunes a sábado. Acepto que, aunque lo aborrezca me ayuda a sobrevivir. Me asomo a la calle. El día está soleado. Quisiera salir, pero me pongo excusas. Regreso a la cama que está revuelta. El desorden de mi cuarto me pone de malas, pero no lo quiero arreglar. Me levanto acalorado. Doy vueltas. Veo el celular, es Sabetta. Escribe que vendrá hoy.

Pasaste por mí, fuimos al café donde nos vimos la primera vez y que nos cautivó. Íbamos del brazo o tomándonos la mano, como lo hacen las parejas los domingos. El lugar estaba en un segundo piso. Además del edificio me gustaban las escaleras, eran muy angostas, así que las subíamos muy pegaditos dándonos besos en las mejillas, igual que los novios y los que se quieren.

Sabetta, durante mucho tiempo había pensado en ti como posibilidad y ahora estaba a tu lado. Me estaba recobrando por la ilusión de llegar a ti y ahora lo estaba logrando gracias a tu tibieza.

El lugar tenía pocas mesas y una barra aún más pequeña, permitía la tibia intimidad que provoca que las palabras se conviertan en caricias.

Salíamos del café hacia la hora del crepúsculo, cuando la luz del sol se confunde con la iluminación artificial en los interiores. Nos gustaba caminar y me pedías que pusiera música en el viejo walkman que me habías regalado. Íbamos al parque. Preferíamos sentarnos en las bancas sin respaldo. Las montábamos uno frente al otro. Poníamos siempre las mismas canciones.

La música sí, la música sí llenaba mi vacío de dulce nostalgia, lo que elegiste me sumergió en el recuerdo infantil de los domingos felices. En aquella época desayunábamos tarde y mis papás veían los conciertos que transmitían en la tele a medio día. Por la tarde mi papá nos llevaba de paseo y a comer helado; a veces pasábamos por la tienda de discos y todos salíamos con un acetato. Me gustaba mucho ver a mi papá romper el celofán, abrir la consola, encajar el vinilo y caminar hacia la cocina bailando para hacer reír a mi mamá y a nosotros.

Sabetta me escuchaba con la oreja que le sobraba. Yo sabía bien que con la otra estaba volando en sus propias remembranzas porque a veces a la mitad de mis historias me empezaba a preguntar si quería ir de viaje con ella o solo se quedaba viendo mi punto de fuga.

Cuando nos llegaba el hartazgo o la oreja se nos calentaba, echábamos a andar despacio. Siempre me tomabas del brazo y era en ese acto cuando me asaltaba la remembranza de nosotros en el estudio de tu casa. Ahora estoy seguro de que lo notabas. Sabetta, estabas al lado de todos mis recuerdos. Todo lo que perdemos acaba por regresar.

Cruzamos el parque hacia tu edificio, el sol se había ocultado por completo, estábamos de frente, tomados de las manos y en lugar de besarte intente traducir lo que pensaba, el profundo amor que crecía por ti y que seguramente intuías. Era indispensable, tenía que convertirlo en palabras.

Sabetta, este momento contiene el absoluto de nuestra historia. Lo tengo y se me derrama. Si te perdiera, si llegara el momento de no tenerte más… sería un vértigo estéril, sería como… No me dejaste iniciar, antes de pronunciar palabra te anticipaste. Fuiste directa sobre el presente, sobre tu forma de sentir, de quererme y de estar en la vida.

Tenías razón: he vivido intelectualizando mis emociones, dejando que el tiempo me transcurra en espiral. Es imperante cambiar el significado de los anhelos .

Me abrazaste con todo el cuerpo. Nuestro calor deshizo el nudo mental que impedía habitarnos. Cada suspiro que había deseado desde hacía años estaba por cumplirse o se estaba cumpliendo en un tiempo inexacto. Sabetta, esa noche llegué a ti y me recibiste.